Las empresas que innovan deben tener robustos protocolos de gestión de riesgos para poder anticiparse a cualquier posible problema. La innovación implica adentrarse dentro del terreno de lo desconocido, donde el riesgo ni siquiera puede cuantificarse en muchas ocasiones.
Conocidos casos como el escándalo de las emisiones contaminantes de Volkswagen o el gran vertido de crudo ocasionado por BP en el Golfo de México tienen un elemento en común: el aparente fracaso en la gestión de riesgos dentro de sus procesos de innovación empresarial.
Previamente al estallido de ambos escándalos, ambas compañías estaban inmersas en serios procesos de innovación: Volkswagen estaba trabajando en tecnologías para reducir las emisiones de sus vehículos diésel y BP estaba intentando desarrollar técnicas para extraer crudo en áreas marítimas de gran profundidad.
El error que ambas compañías cometieron fue apostar fuerte por la innovación dejando a un lado la correcta evaluación de gestión de riesgos que esos procesos de investigación llevaban aparejados: no comprendieron el alcance de los riesgos asociados a la innovación.
La mejor forma de evitar problemas como los de Volkswagen y BP es realizar una evaluación de riesgos en cada fase de un proyecto, desde la fase de inversión a la fase operacional. Los resultados de las sucesivas evaluaciones deberán ser compartidos con todas las personas y departamentos implicados.
A su vez, existe el riesgo de ser demasiado conservador a la hora de evaluar cada etapa, por miedo a perder flexibilidad y agilidad en el proceso innovador. Ante ello, hay que insistir que la evaluación de riesgos no tiene que frenar ni interferir en ningún área: se trata sólo de evaluar, documentar y comunicar. Después vendrá la toma de decisiones que puedan afectar o no al alcance del proyecto. No comprender o ignorar los riesgos del proceso de innovación es un error.
Las empresas que desean estar a la cabeza de la innovación deben convertir en estratégico tanto el cumplimiento de las regulaciones (compliance) como la gestión de riesgos. Ambos asuntos serán áreas “burocráticas” que se desarrollan de forma paralela y sin intervenir en los procesos de investigación e innovación. De esta forma se pueden controlar los riesgos a la vez que se mantiene la agilidad necesaria en todo proceso.
Incorporando la gestión de riesgos en las operaciones de innovación los ejecutivos dispondrán de una herramienta de gran valor, mejorando así el proceso de innovación, minimizando errores y dotando a sus empresas de una gran ventaja competitiva.
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