Las empresas deben asumir riesgos para la consecución de sus objetivos. Han de saber cómo medirlos y cómo conformar su gestión. El control de los riesgos posibles aporta valor añadido a la empresa.
La gestión del riesgo está arropada por la cultura y el gobierno corporativo, por lo que para implementarla correctamente se necesita el apoyo de la alta dirección. El conocimiento de toda la organización resulta fundamental para la gestión de riesgos. Por este motivo es necesario el trabajo en equipo. Se ha de propiciar un nivel de comunicación fluido entre todos los miembros de la empresa e informarlos de los resultados que se vayan produciendo para hacerlos partícipes.
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El éxito de la empresa depende del riesgo dispuesto a asumir y de su capacidad para gestionarlos
Una vez que se conoce cómo es la organización, se pueden determinar los riesgos que le pueden afectar. El éxito de la empresa depende del riesgo dispuesto a asumir y de su capacidad para gestionarlos en caso de producirse.
La evaluación cuantitativa y cualitativa permitirá estimar la probabilidad de impacto y conocer el riesgo inherente. Además, se establecen controles internos (financieros, informáticos, medidas de seguridad, de gestión, calidad de datos,…) para saber en qué grado está controlada la empresa y obtener el riesgo residual, el externo que no se puede controlar.
Hay una vinculación entre los riesgos y los objetivos estratégicos de la organización
Los riesgos y el grado de exposición de la empresa van a afectar a la toma de decisiones y a sus objetivos estratégicos. La justificación de las decisiones tomadas radica en los informes elaborados a partir de la evaluación de riesgos. De este modo, siempre hay una vinculación entre los riesgos y los objetivos estratégicos de la organización.
La gestión de riesgos contribuye a la mejora de la situación de la empresa. Contribuye a la eficiencia de los planes de negocio. El riesgo siempre va a existir, pero la gestión minimiza las posibles consecuencias de su impacto en el caso de producirse.
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