Las reformas a lo largo de las últimas dos décadas han reducido las vulnerabilidades fiscales, han cortado la inflación y han contribuido a una mayor estabilidad macroeconómica en Latinoamérica. Las condiciones domésticas se han estabilizado, con una incidencia menor de ciclos de altibajos e incumplimientos en el pago de deudas que en décadas anteriores. En los 2000, muchas economías Latinoamericanas experimentaron un crecimiento rápido de su PIB como resultado de los altos precios en productos y materiales básicos (commodities). Esto ayudó a la región a construir un colchón de reservas de divisas extranjeras, que alcanzaron el monto de US$818 mil millones en 2015.
Sin embargo, el desempeño económico reciente ha sido decepcionante. El crecimiento del PIB se ha ralentizado de un 5,9% en 2010 a un 0,1% en 2015. Las predicciones para 2016 son pesimistas, ya que el Banco Mundial prevé una reducción del 1,3%—la primera disminución consecutiva desde la crisis de deudas en la región, entre 1982 y 1983. La Economist Intelligence Unit (EIU) prevé una desaceleración económica menos marcada de 0,6%, pero esto aún representa el peor desempeño mundial por región.
La recesión continua en Brasil, por lejos la economía más grande de la región, actúa como una carga en el promedio regional. La economía brasilera experimentó una reducción del 3,8% en 2015, y la EIU prevé otra reducción del 3% en 2016. De ninguna manera es este el único factor detrás de dicho crecimiento decepcionante en la región. Los precios débiles del petróleo y otras commodities han golpeado fuertemente a los grandes exportadores de commodities, con ingresos por exportaciones menores que obstaculizan el crecimiento en Venezuela, Colombia, Ecuador, Chile y Argentina. Incluso la economía mexicana, la cual está más estrechamente relacionada a la fortuna económica de los EE.UU., está experimentando un crecimiento más lento.
Las menores ganancias en exportaciones también han contribuido a la expansión de los déficits de cuenta corriente. Los déficits fiscales han estado en aumento en los últimos años, y no esperamos que ninguna de las mayores economías latinoamericanas sea capaz de equilibrar sus presupuestos, a pesar de los esfuerzos por parte de muchos gobiernos de frenar el gasto. La inflación también ha aumentado en muchos países, así reflejando la depreciación de la moneda local (la cual aumenta los costos de importación y por ende normalmente empuja una suba de precios locales).
Mientras tanto, un fuerte «El Niño» ha afectado a muchos de los sectores agricultores de la región. Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay fueron afectados por severas inundaciones, mientras que otros, como América Central, Colombia y Venezuela, fueron afectados por sequías.
Impulsores de crecimiento
Con condiciones externas menos que favorables, los gobiernos en la región deben depender de reformas estructurales para estimular un crecimiento económico. Esto reforzará las bases de la competitividad—es decir la mejora de eficiencia del mercado; inversiones en infraestructura, innovación y educación; y el apoyo a la expansión de los sectores clave. ¿En qué deben enfocarse los gobiernos de la región?
Desglosar los impulsores de crecimiento clave y comparar el desempeño de Latinoamérica con otras regiones ayudará a identificar los componentes esenciales. La contribución del consumo privado para el crecimiento fue baja, esto refleja el alto nivel de desempleo constante en muchos países, lo cual ralentiza el crecimiento del crédito, aumentos de salarios moderados y bajos niveles de confianza del consumidor. El consumo del gobierno fue limitado por la dependencia fiscal continua de los precios de las commodities para financiar el gasto gubernamental y la inversión pública. El saldo externo (el valor de las exportaciones menos importaciones) fue el componente más fuerte para el crecimiento general, reforzando el grado en el que América Latina depende de las exportaciones para respaldar el crecimiento del PIB.
En contraste, las inversiones fijas representaron una carga significativa sobre el crecimiento. Como parte del PIB, las inversiones extranjeras directas llegaron a un 3,3% en 2015, apenas diferente de los niveles registrados en la década de 1990.
Este análisis señala dos estrategias clave. La primera es el desarrollo de la infraestructura para mejorar las conexiones internas de transporte y facilitar el comercio, capitalizando así la importancia de las exportaciones como un componente del crecimiento del PIB. Ya que aumentar el consumo gubernamental será todo un desafío en el clima fiscal actual, la segunda estrategia trata de promover el consumo privado al expandir la oferta del sector de los servicios. En las próximas secciones de este informe examinaremos ambas estrategias.
Fuente: Informe “América Latina: espacio para el crecimiento”, elaborado por Economist Intelligence Unit.
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