El neuroliderazgo considera el proceso de regulación de las emociones de las personas. Una de las claves para aplicar el neuroliderazgo es el contagio emocional.
La combinación de la satisfacción personal y calidad profesional se logra trabajando el cerebro. El contagio emocional en los entornos de trabajo tiene un mecanismo de actuación. Los líderes no deben olvidar que son espejos emocionales. Estos hacen elogios o los evitan, críticas constructivas o destructivas; dan apoyo o ignoran las necesidades de los demás; formulan u omiten una omisión, dirigen ordenando y orientando. La forma de liderar es un espejo para los demás, en la que se refleja la forma de actuar de los líderes.
La forma de liderar es un espejo para los demás, en la que se refleja la forma de actuar.
Las actuaciones positivas hacen que el espejo emocional produzca satisfacción. Sin embargo, las actuaciones negativas provocan secuestro emocional. Estas emociones perjudican, secuestran la atención y descentran del trabajo. Los líderes que transmiten estos estados de ánimo negativos son tóxicos.
El circuito abierto del sistema límbico depende de fuentes externas para su funcionamiento. Para activar estos circuitos es necesario el trabajo en equipo. El ser humano es un ser social, que no puede vivir aislado y que necesita vivir en comunidad para crecer y desarrollarse. Por tanto, estos circuitos invaden todas las dimensiones de la vida social y sintonizan automáticamente con las emociones de las personas. De hecho, los individuos cuentan con un sistema de regulación interpersonal, que transmite señales que pueden modificar la tasa hormonal, las funciones cardiovasculares, el ciclo del sueño y el sistema inmunológico.
Los líderes son espejos emocionales. Sus comportamientos se reflejan en el resto de los miembros del equipo. El contagio emocional influye en el liderazgo.
Información extraída del webinar impartido por Trinidad Yera por EALDE Business School.
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