Los eventos adversos provocados por el cambio climático, como tormentas, huracanes o terremotos, generan riesgos físicos que pueden acabar con muchas empresas y sus cadenas de suministros. Así concluye un artículo publicado por la revista The Economist. Y es que, para muchas empresas, el impacto físico del cambio climático afectará en mayor medida por medio de sus proveedores o rutas de transporte inundadas que por sus propias operaciones.
Esto provocará una evolución hacia cadenas de suministros más cortas, algo que ya ha comenzado por la pandemia de COVID-19. Sin embargo, cuando acabe la pandemia, y las guerras comerciales sean abatidas, el clima sigue cambiando volviéndose menos estable.
Los científicos afirman que, debido al cambio climático, las tormentas violentas se han vuelto más comunes. Además, han aumentado los días de precipitaciones extremas o de calor extremo. No importa lo que la humanidad haga, esta tendencia seguirá así durante décadas. Incluso si las metas del acuerdo de París fueran alcanzadas y el calentamiento se limitara a estar por debajo de 2 grados anuales, el clima continuaría empeorando.
Los efectos físicos de estos cambios dañarán la economía mundial, precisamente debido a lo difícil que son de predecir. La mayoría de las estimaciones tienen grandes márgenes de error, al igual que las previsiones, a medida que nos acercamos a finales de siglo.
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Estudios sobre el impacto de los riesgos climáticos
Dos estudios arrojan luz sobre la amenaza que suponen los riesgos climáticos para las empresas. Por un lado, un análisis de Schroders apuntaba a los riesgos físicos atribuidos a 11000 compañías públicamente registradas, y concluía que el cambio climático podía reducir el valor de estas compañías en un 2-3% aproximadamente. Pero los números variaban en gran medida de una industria a otra. Los sectores de energía y servicios públicos tienden a perder de un 4 a un 8%, respectivamente. Las firmas de propiedades podían perder hasta un 9%. Para las empresas de servicios con pocos activos físicos, tales como tecnológicas y financieras, el impacto es más pequeño: menos del 0.5% de su valor.
Por otro lado, la asesoría climática Four Twenty Seven analizaba los eventos que más amenazaban a las propiedades de firmas registradas públicamente. En este sentido, la escasez de agua era el más destacado, afectando al 30% de los activos. Otro 10% estaba en peligro debido al estrés térmico, y aproximadamente un 20% era vulnerable a inundaciones, huracanes y tifones. La subida del nivel del mar era el menos preocupante para las empresas, afectando solo al 3% de los activos.
El papel de la asesoría de riesgos
En el análisis de riesgos físicos derivados por el cambio climático, las compañías no siempre consiguen autoevaluarse. De esta forma, los análisis por parte de terceras partes están mejorando a gran velocidad. Las asesoras de riesgos climáticos están combinando los datos de nivel de activos con modelos climáticos y econométricos para generar valores de riesgos. “Actualmente sabemos los riesgos climáticos de muchas firmas mejor que ellos mismos”, proclama para The Economist Rohan Hamden, el jefe de la iniciativa Cross Dependency, una empresa de riesgo climático fundada en Sydney. Los inversores están realizando análisis similares o contratando asesores. Muchos afirman que están usando los análisis para excluir aquellas firmas vulnerables a fondos climáticos especializados.
Una pequeña minoría de compañías preocupadas por el clima están llevando a cabo operaciones más firmes. Por ejemplo, en cada una de las 60 regiones geográficas donde opera Microsoft, se deben construir dos centros de datos, por si uno de ellos quedara inutilizado por un evento climático extremo.
Efectos sobre las cadenas de suministro
Proteger una oficina o fábrica es un proceso directo. Sin embargo, un problema más peliagudo son las cadenas de suministros. La economía mundial promueve la eficiencia de los proveedores y transportistas, no su adaptación. Sin embargo, el riesgo que afecta a las redes de comercialización debido al cambio climático es, a menudo, tomado a la ligera. Todo ello, pese a que los centros de transportes son clave: aeropuertos y puertos marítimos procesan grandes cantidades de bienes. Por tanto, un desastre que inutilice uno de ellos puede tener un impacto devastador.
Otro problema son las infraestructuras críticas, tales como eléctricas o centros de telecomunicaciones. Cuando la electricidad se detiene, otros servicios le siguen.
Ante ellos, las empresas pueden contar con planes de contingencia o, también, ayudar a sus proveedores a mejorar su solidez. Si bien, en los próximos años tendrán que tomarse más acciones, ante las nuevas regulaciones que implantarán los gobiernos y que pueden originar riesgos legales. Estas marcarán la velocidad con la que las compañías se descarbonizarán y cuál será el coste para aquellos que fallen al intentarlo.
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Información extraída de The Economist.
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